¿De dónde viene la manosfera?


Redactado por: Diana Morena-Balaguer

¿Tiene internet un origen misógino?

En los últimos meses hemos hablado mucho sobre la relación de niños y, especialmente, adolescentes con las redes sociales e internet. El lanzamiento de la serie Adolescence (Adolescencia, en castellano) a Netflix, puso sobre la mesa un conflicto que hace años que está latente: ¿qué discursos se están promoviendo en las redes sociales dirigidas a adolescentes? ¿Hay alguna diferencia entre los contenidos para las chicas y los chicos? ¿Qué ideología se forja, y cómo impacta en la construcción del “yo”, precisamente, en una etapa tan compleja y simultáneamente tan crucial para la vida de las personas?

Owen Cooper i Stephen Graham en la serie de Netflix «Adolescence»

Internet es inmenso, y como tal lo configuran espacios de todo tipo, incluso algunos que quedan a las sombras o escondidos del consumo que podríamos denominar tradicionales. Como muestra, las páginas web que visita el protagonista de la serie forman parte del fenómeno que se denomina manosphere o, en castellano, machoesfera o manosfera. Estas palabras nos definen un espacio virtual habitado por hombres, el cual difunde y amplifica discursos machistas, misóginos, antifeministas o, directamente, que promueven el odio hacia las mujeres y personas de identidades, orientaciones o expresiones de género disidentes.

El fenómeno de la manosfera no es nuevo, sino que existe desde los orígenes de internet. Tenemos que pensar que, en un principio, Internet fue habitado sobre todo por hombres blancos de clase media o media alta, los cuales se podían permitir adquirir un ordenador. Simultáneamente, Internet aconteció un espacio de protección, de cura y de empoderament por muchos de ellos, especialmente aquellos que no encontraban su lugar en el mundo físico: los nerds, los frikis, es decir, los hombres que no seguían los cánones tradicionales de la masculinidad, podían performarla en un espacio virtual.

Evidentemente, la tecnología no tiene género (de hecho, Hedy Lamarr fue la inventora del Wifi), y las mujeres empezaron a ocupar también los espacios virtuales. En este momento, los mismos hombres que habían sido rechazados por sus compañeros porque no performavan correctamente la masculinidad optaron para discriminar las mujeres y no permitieron que accedieran “en sus” espacios. Es decir, a pesar de que los hombres aislados podrían haber entendido el malestar que causa la discriminación, podrían haber aceptado a las mujeres y podrían haber creado un frente común contra los roles de la masculinidad tradicional, repitieron hacia ellas las mismas acciones que ellos recibían.

Esencialmente, tres motivos explican esta situación. En primer lugar, autoras como Elisabeth Badinter explican la difícil gestión que ejecutan los hombres con la identidad masculina, la cual se construye por oposición con aquello que no son y, por lo tanto, aquello que sí los hace ser hombres. Así, los hombres constantemente tienen que demostrar (1) que no son mujeres (2) que no son niños/niños y (3) que no son homosexuales. Si aceptaban las mujeres, en el fondo estaban asumiendo que el espacio virtual podía ser también femenino, lo cual los alejaba todavía más de la masculinidad tradicional y los situaba en un espacio de mayor vulnerabilidad. En segundo lugar, se produjo el que el colectivo Proyecto Una describió en el libro Leia, Rihanna y Trump (2019) como el fenómeno de la casa-árbol. Para entenderlo, tenemos que imaginarnos una casa construida a un árbol como típicamente ha hecho la población norteamericana, o bien una cabaña como aquellas que podríamos hacer en nuestro territorio, en la cual a veces se establecen normas de acceso arbitrarias (tú sí o tú no puedes entrar). Según las autoras, estas dinámicas configuran la identidad de los niños, y los hombres lo replicaron: como que no querían ser asimilados con las mujeres, necesitaban prohibir o limitar el acceso a su espacio para definir quién eran.

Libro de Proyecto Uno «Leila, Rihanna & Trump»

En tercer y último lugar, en Internet se produjo una reafirmación de la masculinidad de los hombres nerds. Estos hombres pudieron performar un rol de líder desde una masculinidad tradicional, basado en la discriminación que ellos habían recibido. Dicho de otra manera, por fin pudieron dominar la conversación, por fin abandonaron el rol pasivo-discriminado y ejercieron el rol activo-discriminante.

Los tres pilares mencionados explican por qué desde los años noventa las mujeres han sido sistemáticamente expulsadas de los espacios virtuales, y nos ayudan a comprender la dimensión del fenómeno de la manosfera. Por lo tanto, lejos de ser un hecho aislado, la manosfera forma (al menos una pequeña parte) del ADN de las redes sociales y el internet actuales.

¿De donde surge el odio hacia las mujeres y los feminismos?

Michael Kimmel recorrió los Estados Unidos de América a finales de la primera década de los años 2000 para entender por qué resurgían discursos de extrema derecha en el país. Entre otros factores, el sociólogo presentó en el libro Hombres Blancos Cabreados (2013) el concepto de derecho agraviado, es decir, que los hombres percibían los tímidos adelantos del feminismo o las luchas antirracistas como ataques directos hacia ellos y hacia todo aquello que representan. Esto sucedía porque los hombres, socializados desde una posición de privilegio androcéntrico —dicho de otra manera, que se les enseñó que eran el centro del mundo— sentían que cualquier retirada de poder, por pequeña que fuera, era un ataque a ellos y, por ende, a los valores de la sociedad. Por lo tanto, sentían que su derecho a ser hombres era atacado, y que, por lo tanto, era necesario combatir estos progresos. A modo de ejemplo, Proyecto Una exponía como cualquier cambio de género o incluso de etnia de personajes masculinos a nuevas versiones de películas de Hollywood era percibida como una gran ofensa social.

Halle Bailey en la pel·lícula de «La Sireneta»

En los últimos años, el concepto de derecho agraviado se ha profundizado porque, efectivamente, podemos constatar que la economía experimenta episodios de recesión e inflación, así como se desarrollan graves problemas de acceso a la vivienda. Kimmel detectó que estos momentos de crisis y conflicto son utilizados para vehicular el odio hacia grupos en situación de vulnerabilidad: como existen problemas económicos, los conflictos no tangibles, como los derechos de las personas trans, y el uso de dinero público para mejorar su calidad de vida parecen un despilfarro.

Esta lógica es utilizada por grupos de ultraderecha, los cuales instrumentalizan estas problemáticas y las modifican a su antojo para promover discursos de odio. Por lo tanto, el odio hacia las mujeres y el feminismo surge en un contexto de reacción ante la pérdida de derechos, incentivada adicionalmente por la canalización del odio por parte de personas con el dominio de la agenda pública. Evidentemente, estos grupos omiten lo evidente, como por ejemplo que el avance de los derechos de las mujeres o de la lucha incompatible no es contraria al bienestar económico de la población.



“¿Si hay problemas económicos, por qué el gobierno gasta dinero en personas recién llegadas? ¿Si la inflación dificulta el pago de las facturas o de la comida, por qué se destinan dinero en campañas de igualdad? ¿Por qué no paramos de hablar de personas trans, especialmente con un lenguaje y vocabulario excesivamente académico y que costa de entender, cuando mi familia no llega a final de mes?”.

Cambio de paradigma: los hombres alfa toman el poder

En los últimos años la misoginia virtual ha experimentado un cambio de ciento ochenta grados, de la mano también de las alteraciones que ha vivido la tecnología y la forma con la cual se percibe. Si antes internet era un espacio marginado, por nerds o freaks, ahora todo el mundo lo habita. De hecho, es prácticamente imposible vivir en el margen. Consecuentemente, son personas que históricamente han tenido más visibilidad las cuales han obtenido una exposición más preeminente. Así pues, ya no son hombres marginados o aislados los cuales emiten masivamente mensajes misóginos, sino los mismos hombres que históricamente han performat la masculinidad tradicional.

Este hecho ha ido de la mano, por un lado, de la instauración de un sistema tecnocrático y plutocrático, y, por otro lado, de la construcción de las identidades virtuales y la carencia de separación de la vida analógica y la digital.

En primer lugar, hay que destacar que Elon Musk, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg, entre otros, dominan económicamente el mundo. Pero más allá del factor económico, o incluso político —el nombramiento de Elon Musk como jefe del recientemente creado Departamento de Eficiencia Gubernamental de los Estados Unidos de América es una clara muestra— que tienen estas figuras, por primera vez ellos están aconteciendo líderes y personas a seguir de acuerdo con una interpretación demasiada abierta de que quiere decir la meritocracia. El auge del emprendimiento entre adolescentes y jóvenes o la inversión desmesurada en criptomonedas lo prueba: si ellos lo pudieron hacer, nosotros también. Estos líderes, especialmente Bezos y Musk, representan una masculinidad exacerbada, amplificada y, directamente, misògina.com podemos esperar que los jóvenes no copien estos comportamientos?

Además, gracias a Internet, no únicamente los replican en el entorno próximo, sino que la construcción del yo requiere presencia a Internet. La juventud expone quién es a través del que dice a la vida analógica, pero especialmente también a través de cómo se presentan a ellos mismos en las redes sociales, qué eligen mostrar y qué esconder. Si tenemos en cuenta que las plataformas presentan oportunidades reales de monetización, es decir, de ganar dinero, encontramos el elemento que nos falta para entender la proliferación de los discursos misóginos: los jóvenes ven discursos que los interpelan desde el derecho agraviado, constatan que los líderes tecnocráticos los replican y los validan, y finalmente ellos mismos crean plataformas virtuales donde amplifican los argumentos que han escuchado sin valorarlos críticamente, porque necesitan ser hombres de verdad.

La economia de la atención y el capitalismo de plataformas, elementos clave para la proliferación de la manosfera

El sistema capitalista de plataformas ha adoptado la economía de la atención como valor clave, es decir, que quién gana no es necesariamente quién envía un mensaje veraz, sino quien capta más tiempo la atención de las personas. Internet es clave en este sentido, y en los últimos años hemos constatado como las aplicaciones han pasado a dominar el panorama económico, sea con la sustitución de industrias tradicionales, como en el caso de Glovo o Cabify, o sea con la implementación de las redes sociales como herramienta para mediar con el mundo, como vemos con las tendencias de Instagram o TikTok. Este contexto es clave para que proliferen mensajes alarmistas, puesto que el que busca esta economía es la atención y la interacción constante, es decir, que no marchamos de una página web o de una plataforma en concreto. Los fenómenos sociales son complejos, y para entenderlos es necesario explicar el contexto o las causas, entre otras. Transmitir estos mensajes puede ser aburrido por el público general, por el cual es mucho más atractivo consumir un video rápido de treinta segundos, el cual camufla o esconde la verdad.

Es aquí donde surgen grupos como por ejemplo los PUA (Pick-up artist), los Proud Boys, The Return of the Kings, los MGTOW (Men Going Their Own Way), o canales abiertamente misóginos como Roma Gallardo, Tío Blanco Hetero o Wall Street Wolverine. Desde perspectivas diferentes, algunos con más énfasis en la economía, otros en los valores tradicionales de la masculinidad o algunos que directamente promueven insultos hacia las mujeres, sus discursos se amplifican a las plataformas porque generan interacción, la cual genera beneficios económicos por los mismos hombres que promueven esta mirada de la masculinidad.

En LaGroc hemos trabajado sobre manosfera y masculinidades en distintos proyectos, como en la campaña ¿Discriminados por el feminismo? Si te interesa abordar esta cuestión, puedes contactar con nosotras en lagroc@lagroc.com

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