Se acerca el 25 de noviembre, fecha señalada porque conmemora el Día Internacional para la Erradicación de las Violencias Machistas, y desde los últimos años mucho más reivindicada. Aunque los avances en políticas públicas feministas sean relevantes y cada vez se plasmen más en la sociedad, se está evidenciando la necesidad de reflexionar sobre el papel de los hombres en el mantenimiento de este tipo de violencias, indispensable, pero con menor recorrido y menos abordado.
Por eso dedicamos el LabGroc de este mes a hablar sobre la prevención y la atención de las violencias machistas de las personas que las ejercen, mayoritariamente hombres. ¿Y quién mejor para hablarnos de este tema que Heinrich Geldschläger? Él se presenta como «hombre, alemán, padre de dos hijos, psicólogo y cofundador de Conexus«, asociación que decidió montar en 2011 junto con otros profesionales, después de la experiencia como coordinador del Servicio de Atención a Hombres (SAH) del Ayuntamiento de Barcelona desde 2005, para continuar dedicándose a la erradicación de las violencias machistas a través de la intervención con hombres, la formación de profesionales y la investigación en temas de género, bienestar y salud mental.
Nos reunimos con él en las nuevas oficinas de LaGroc (nos podréis encontrar en la Calle Venezuela, 19-21) y la conversación fue así…
¿Qué retos señalarías tú como los más relevantes hoy en relación con las violencias machistas?
¡La falta de recursos es un reto clarísimo, aunque haya habido muchas mejoras!
Pero yo creo que también hay un tema fundamental que es el backlash[1]: el movimiento reaccionario por parte de la derecha y la ultraderecha, sobre todo, en el ámbito político y en el ámbito de las redes sociales. Se ha roto el consenso político.
Básicamente, estos son los dos retos principales, aunque tienen ramificaciones: en la financiación, en la atención a chicos… Nos encontramos mucho que a la hora de hacer prevención a chicos muestran rechazo y se sienten atacados y cuestionados, y que eso hace que se cierren aún más de lo habitual para hablar sobre temas de violencia, machismo, masculinidades… y eso tiene mucho que ver con lo que se está transmitiendo en las redes, al final.
Es decir, ¿vosotros habéis notado un cambio en la actitud de los hombres en cuanto a la prevención de las violencias machistas a raíz del auge de la extrema derecha?
Sí, hay una sensación de que hay un discurso «anti» muy potente, muy formado y, por otro lado, una sensación, sobre todo de muchos jóvenes, de estar muy a la defensiva con todos estos temas. Cuesta más ahora que hace unos años implicarlos en la prevención de violencias machistas. Requiere mucho tiempo poder abrir la posibilidad de trabajar.
Es uno de los grandes retos: cómo podemos, por un lado, dirigirnos a los chicos y a los jóvenes y a sus necesidades e inquietudes sin olvidar las desigualdades y la importancia de cuestionar los modelos tradicionales, las desigualdades, las violencias y el machismo. Encontrar la manera no impositiva.
Este rechazo o estar a la defensiva que muestran estos jóvenes tiene que ver, por una parte, con este discurso reaccionario, y por la otra, con, muchas veces, cómo lo hacemos, cómo abordamos las violencias machistas.
A pesar de estas dificultades que comentas, ¿cómo crees tú, desde tu experiencia, que podemos apelar o trabajar con estos «hombres cómplices»[2]?
Rus Funk ha hecho un esquema, una propuesta sobre los diferentes posicionamientos de los hombres ante la igualdad[3]. Luís Bonino también hizo algo parecido[4] y Rush Funk lo ha diferenciado un poco más. Luís Bonino diferenciaba tres tipos de hombres: los que estaban en contra, los indecisos o perdidos y los que están a favor. Y Rush Funk propone nueve tipos diferentes y el reto de intentar ayudar a los hombres, según la posición en la que estén, a avanzar un paso más en la siguiente categoría.
Creo que esto es uno de los grandes retos: cómo podemos crear una masa crítica de hombres con una posición a favor de la igualdad y en contra de la violencia más proactiva. No sólo si estoy a favor o no, sino que se note a través de cómo se posicionan ante expresiones de machismo, de desigualdad o de violencia en su entorno.
«Uno de los grandes retos: cómo podemos crear una masa crítica de hombres con una posición a favor de la igualdad y en contra de la violencia más proactiva. No sólo si estoy a favor o no, sino que se note a través de cómo se posicionan ante expresiones de machismo, de desigualdad o de violencia en su entorno.»
Y, en este sentido, ¿qué crees que funciona, al poder crear esa masa crítica de hombres?
Esto depende de qué posicionamiento previo tenga.
Lo que funciona es ayudar a ser conscientes de las desigualdades de una manera no “culpabilizadora”, no «avergonzadora», porque el sentimiento de vergüenza es fácil de generar en hombres y no suele ser muy útil.
Es decir, ayudar a generar conciencia y muchas veces, también, ayudar a generar herramientas concretas, cosas concretas que puedo hacer en mi día a día en estas situaciones. Si conseguimos crear esta conciencia y esta herramienta de motivación para hacer algo. Pero a veces, también faltan modelos o herramientas concretos de, por ejemplo, cómo puedo hablar con un amigo que hace un comentario inapropiado o se hace pesado o liga de una manera «babosa» o lo que sea. Y, a veces, es interesante ver qué dificultades hay respecto a las capacidades de intervenir de una manera que no reproduzca modelos tradicionales, agresivos o violentos.
«Faltan modelos o herramientas concretos de, por ejemplo, cómo puedo hablar con un amigo que hace un comentario inapropiado o se hace pesado o liga de una manera «babosa» o lo que sea.»
Es decir, ayudar a generar conciencia y muchas veces, también, ayudar a generar herramientas concretas, cosas concretas que puedo hacer en mi día a día en estas situaciones. Si conseguimos crear esta conciencia y esta herramienta de motivación para hacer algo. Pero a veces, también faltan modelos o herramientas concretos de, por ejemplo, cómo puedo hablar con un amigo que hace un comentario inapropiado o se hace pesado o liga de una manera o lo que sea. Y, a veces, es interesante ver qué dificultades hay respecto a las capacidades de intervenir de una manera que no reproduzca modelos tradicionales, agresivos o violentos.
Debemos mostrar formas de intervenir que puedan ser contundentes y claras, por un lado, y por el otro lado, amistosas, para poder mantener la relación. Y eso, al final, no es muy diferente a lo que tenemos que hacer o intentamos hacer con los hombres que ejercen violencias machistas. Sí, debemos ser contundentes respecto a la violencia que ejercen y en torno al discurso que justifica o sustenta la violencia, pero, por otro lado, debemos establecer una relación que pueda sostener este trabajo, que ellos se sientan aceptados como persona para hacer este proceso. Debemos intervenir de una manera que a la vez se tenga cuidado con la relación.
Te has adelantado un poco, porque te queríamos preguntar qué hacer con estos hombres agresores: ¿qué se puede hacer, qué funciona para evitar que vuelvan a hacerlo, aparte de lo que ya comentabas de ser contundente con ellos, pero a la vez cuidar su relación?
Depende mucho del contexto en el que trabajamos. A grandes rasgos, depende del nivel de reconocimiento que hay por parte del hombre sobre la violencia, del nivel de responsabilización que hay y del nivel de motivación, el hecho de querer hacer una cosa. Hay que explorar cómo están los niveles de estos tres aspectos señalados: reconocimiento, responsabilización y motivación para hacer algo. Dependiendo de esto y del contexto en el que trabajas.
La gran mayoría de los programas para hombres en España y Cataluña están dentro del sistema judicial, en las cárceles, por hombres que están condenados y en un contexto determinado: en la cárcel, la participación es voluntaria, pero en un contexto totalmente no voluntario: hay temas de beneficios en juego. Por otro lado, hay los programas donde los hombres participan como Medida Penal Alternativa a una pena de prisión que se les ha suspendido con la condición de que, entre otras medidas, participen en el programa. Y luego están los pocos programas que encontramos fuera del sistema judicial. Uno de los problemas que tenemos es que no hay cobertura de este último tipo de programas para hombres que empiecen a reconocer el problema o que vengan derivados de algún servicio de salud, de servicio social o de cualquier clase de servicio que haya detectado este problema y hayan sugerido que asistan al programa.
Por lo tanto, también hay que hacer el trabajo de formar a los profesionales para poder hacer esta detección, abordaje y derivación a un servicio. El problema muy a menudo viene de «a qué servicio podemos derivar». En Barcelona, por ejemplo, tenemos el SAH/Plural, y después, en el resto de Cataluña, tenemos 4 servicios muy pequeños: uno en Girona, uno en Igualada, uno en Tarragona y uno en Tortosa. Y son servicios de una tarde o dos tardes como mucho. Tampoco es que haya una demanda espectacular, pero la experiencia, justamente, en los inicios del SAH era que, primero, no había demanda. Pero si hay un servicio, este se empieza a dar a conocer y empieza a formar a otros profesionales sobre la existencia de estos servicios y su derivación cuando se detecten situaciones de violencias machistas, esto produciendo que la demanda del servicio crezca mucho. Por ejemplo, en sus inicios, el SAH se atendía 30-40-50 hombres al año y ahora, son entre 300 y 500 al año. La oferta crea demanda.
Y también hay que remarcar la importancia de que exista este abordaje no solo en los servicios especializados, sino también en los servicios generalistas[5].
Es necesario este cambio de mirada: cuando pensamos en violencias machistas no debemos pensar solo en mujeres e hijos e hijas – que evidentemente debemos pensar en ellas-, también hay que abordar a quienes las ejercen, que somos los hombres. Quienes tenemos que cambiar somos los hombres.
«Quienes tenemos que cambiar somos los hombres.»
¿Cuál es el éxito de los programas de atención a hombres que han cometido violencias machistas?
La evaluación del exito de los programas para agresores es fundamental y seria necesario que todos los programas la realizan rutinariamente y, idealmente, incluyeran la perspectiva de las víctimas. Los últimos meta-analisis de los estudios científicos nos indican que los programas tienen un efecto significativo que reduce la reincidencia de media alrededor de un 20%. Por otro lado, mi experiencia tambien me dice que en los hombres que se mantienen en el servicio se obtienen bastantes éxitos. Sin embargo, nos encontramos con que durante el proceso hay bastantes hombres que la abandonan, ya que, muy a menudo, la motivación de participar inicialmente es externa, es decir, su pareja o expareja le ha hecho un ultimátum o vienen derivados de un servicio, y entonces, no siempre conseguimos transformarla en una motivación más propia, más intrínseca.
Otras veces, la iniciativa es más propia en un momento de crisis o de traspaso de algún límite propio en el uso de la violencia (es el «me he espantado de mí mismo, tengo que hacer algo»), pero a veces, esta motivación se diluye. Entonces, en los hombres en los que no conseguimos crear una motivación más intrínseca y sostenida, es muy fácil que abandonen cuando se den cuenta de lo que significa realmente participar del programa: sesiones individuales, luego un proceso grupal y un compromiso, y que es un proceso duro, enfrentarse a la violencia que ejerces, con las consecuencias que tiene esto en las personas que supuestamente crees y a ti mismo, no es fácil.
Por lo tanto, podríamos decir que, en términos generales, lo que habría que hacer para evitar que los hombres reincidan es generar esta motivación interna sostenida en el tiempo, ¿no?
Claro, eso es la base. Para poder hacer el trabajo después, hacen falta otras cosas.
¿Qué otras cosas?
Para nosotros, algo fundamental es entender la violencia, es decir, entender por qué y sobre todo, para qué, utilizas la violencia. Y que ellos, puedan, a partir de su propia experiencia y su historia vital, entender el sentido que tiene la violencia: para qué la utilizan. Y que no sea algo que nosotros les imponemos como discurso, sino que realmente entienden la intencionalidad de la violencia que han ejercido, a través de analizar su propia experiencia.
Hacer reflexionar sobre cómo su violencia tiene que ver con la necesidad de controlar a la otra persona o controlarse a sí mismos y mis inseguridades y mis traumas. Ver cómo estas necesidades de control se traducen en el ejercicio de violencias. Ser consciente de la función que tiene la violencia en su manera de relacionarse y de funcionar creemos que es fundamental para poder conseguir un cambio sostenido, y no un cambio superficial.
Y entonces, si existe esta comprensión, si existe esa conciencia sobre las consecuencias que tiene esto en la vida de los demás, podemos empezar a generar también alternativas de formas de relacionarse consigo mismos y con el resto de las personas, con las parejas, con los hijos e hijas…
«Ser consciente de la función que tiene la violencia en su manera de relacionarse y de funcionar creemos que es fundamental para poder conseguir un cambio sostenido, y no un cambio superficial.»
No se trata tanto del control de la ira, de la rabia, de los impulsos. Esto puede ser útil para alcanzar unos cambios más o menos superficiales, que pueden ser importantes cuando estás a punto de agredir o de explotar y que puede evitar agresiones, pero es difícil que solo con eso podamos conseguir cambios profundos. Aquí no preguntamos por qué tienes tanta rabia o tanta ira… Si no que hay que ver qué me pasa a mí: qué expectativas siento, qué exigencias tengo hacia mi pareja y, hacia mí mismo, para que algo me produzca tanto malestar, tanta rabia para ejercer violencia.
Por último, con todo lo que nos has explicado, ¿qué servicios o recursos crees que faltan en el abordaje integral de las violencias machistas?
Muchas cosas. Primero de todo, en referencia al abordaje de atención a hombres agresores, nos encontramos con la no cobertura (no existencia de servicios o recursos que lo aborden) de toda una serie de situaciones de violencia machista: por agresores sexuales, por violencias machistas fuera del ámbito de la pareja, en el ámbito laboral, en el comunitario… Intervenciones específicas diseñadas para abordar las diversas manifestaciones de las violencias machistas.
En segundo lugar, faltan recursos y servicios para las mujeres víctimas, sobre todo una atención psicológica más continuada. También recursos específicos para perfiles de mujeres, como podrían ser, por ejemplo, mujeres mayores.
También falta todo el tema de la prevención sistemática. Ahora empieza a haber otra vez educación sexoafectiva obligatoria, empiezan ahora también los referentes de bienestar emocional en las escuelas.
Hay que reconocer que se ha hecho mucho, pero que todavía queda mucho trabajo por hacer.
Muchas gracias por venir, por compartirnos tu experiencia y estas aportaciones tan enriquecedoras.
[1] Concepto sociológico en inglés que hace referencia a aquel rechazo de un gran grupo de personas en contra de alguna cosa que ha ganado popularidad o éxito recientemente.
[2] Entendemos por «hombres cómplices» aquellos que quizás no ejercen violencias machistas más explícitas, pero que contribuyen en la perpetuación de aquellas violencias, en especial aquellas más sutiles y apoyan o no rechazar violencias machistas ejercidas por otros hombres.
[3] Rus Ervin Funk es consultor, formador y activista. Sus esfuerzos se centran en ayudar a crear una transformación que mejore la capacidad de apoyar significativamente a hombres y niños, de manera que promuevan la equidad y la justicia de género, sexual y racial. Su propuesta sobre los diferentes posicionamientos de los hombres ante la igualdad de género está disponible en: https://conexus.cat/wp-content/uploads/2023/03/El-Continuum-de-la-implicacion-masculina.pdf
[4] Luis Bonino es psicoterapeuta y experto en las problemáticas de la condición masculina. Desde hace más de 40 años desarrolla numerosas actividades en los ámbitos de la salud mental y de la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres. Su propuesta sobre los diferentes posicionamientos de los hombres ante la igualdad de género está disponible en: https://www.bizkaia.eus/home2/Archivos/DPTO3/Temas/Pdf/(2003%20Junio)%20Tiempo%20para%20la%20Reflexi%C3%B3n-%20las%20relaciones%20entre%20mujeres%20y%20hombres%20-%20luis%20bonino.pdf?hash=688b9bcbd9febd083351599d559e449c
[5] En este sentido, desde Conexus, en el marco del proyecto «ENGAGE: implicar a profesionales de primera línea en una respuesta coordinada a hombres agresores» han elaborado una Guía para profesionales de primera línea en el abordaje de la violencia de género en hombres, disponible en: https://www.work-with-perpetrators.eu/fileadmin/WWP_Network/redakteure/Projects/ENGAGE/Final_roadmaps/engage_ES_191210_web.pdf