Con la llegada del calor y del verano, no solo suben las temperaturas y las ganas de empezar las vacaciones, sino que también aumenta la presión estética sobre las personas que no tienen un cuerpo normativo y en especial sobre las mujeres. Esta sensación latente nos hace dar cuenta, una vez más, de que vivimos en un disgusto e incomodidad constante con nuestro cuerpo, fruto de esa violencia machista sistémica que nos condiciona nuestra autoestima, nuestra salud física o mental y nuestras relaciones.
Esta otra cara del verano viene alimentada por aquellos aspectos sociales y culturales que influyen negativamente en nuestra imagen corporal y que nos acaba afectando en la percepción que tenemos de nosotras mismas. La obligatoriedad de ir siempre depiladas, el no tener celulitis, estar morenas, no tener canas ni manchas, y en especial, estar delgadas, forman parte de esos mandatos estéticos imposibles que se espera que cumplamos, y que muchas veces, por mucho que estemos sensibilizadas sobre el tema, nos lo acabamos autoimponiendo.
¿De qué hablamos cuando hablamos de presión estética?

Podríamos decir que la presión estética es aquella forma de opresión social que se manifiesta a través de normas y estándares culturales que dictan cómo se debe lucir y comportar a una persona para ser considerada «atractiva» o «digna de valor». Estos ideales estéticos varían según la cultura, la época histórica y las circunstancias sociopolíticas, pero comparten la característica de ejercer un control sobre la percepción individual y colectiva de la belleza y la identidad[1].
Remarcar las implicaciones que tiene sobre las mujeres esta presión estética no es una cuestión nueva, ya que gran número de autoras feministas han teorizado sobre cómo el patriarcado y el sexismo contribuyen a la perpetuación de estos estándares de belleza opresiva y poco inclusiva. Autoras como bell hooks en su libro Feminismo is for everybody, Naomi Wolf con The Beauty Myth analizan cómo la cultura dominante establece las normas y los estándares de belleza inalcanzables y poco realistas, con el fin de cosificar y reducir a las mujeres a objetos de deseo y de consumo. Esta presión estética -impuesta por la sociedad, los medios de comunicación y la moda- se acaba convirtiendo en un control social que limita la autonomía y el poder de las mujeres, que enfocan gran parte de su identidad y autoestima a su apariencia física. Esto acaba resultando en que las mujeres se sientan insatisfechas con sus cuerpos y desarrollen inseguridades y trastornos relacionados con la imagen corporal.
El camino hacia la diversidad: del body positive al body neutral
Durante los años 70, un grupo estadounidense de activistas grasas llamado The Fat Underground, hartas de toda la violencia y el estigma que recibían, publicaron The Fat Liberation Manifesto donde condenaban el desprecio y la opresión que recibían a causa de su cuerpo. Todo este movimiento liderado por mujeres racializadas, grasas y trans al principio no tuvo éxito, hasta que, poco a poco, este discurso se fue popularizando a partir de las redes sociales con el conocido movimiento de body positive. Esta es una iniciativa que reivindica que todos los cuerpos podían ser deseables y apuesta por que todas las personas se sientan cómodas con su cuerpo, sin importar si se ajustan o no a los cánones de belleza[2]. Es bien conocido, que este movimiento ayudó a muchas personas a sentir que eran igual de válidas y que podían ser deseadas desde el respeto y el amor. Sin embargo, diferentes activistas feministas empezaron a hablar sobre que el body positive, en cierto punto, podía llegar a ser tóxico, ya que no siempre era fácil estimar tu cuerpo. Es por ello, que se empezó a hablar sobre el body neutral, un movimiento que apuesta por la normalización del cuerpo humano como fuente de salud y de experiencia sin la necesidad de celebrar la apariencia física constantemente. En Cataluña, la actriz Oliveras Barceló es una de las principales defensoras, poniendo siempre en valor que las ideas y las acciones de cada persona van más allá de sus características estéticas y remarca que es normal a veces mirarte al espejo y no sentirte bien con tu cuerpo[3].
Aprender a amar tu cuerpo, no es una tarea fácil, y sabemos más que nadie que hay muchas barreras que nos impiden poner por delante el valor estético frente a otras virtudes. Es por ello, que es importante, hacer de esta liberación corporal una defensa colectiva, tejiendo una red de sororidad que nos permita romper con este mandato estético que se nos autoimpone y estimar nuestro cuerpo desde la neutralidad.
Si tienes ganas de escuchar y aprender más sobre el tema, os dejamos a continuación algunas recomendaciones de pódcast.
Cuerpos distorsionados: Ciberlocutorio

Pressió estètica amb Júlia Barceló: Puntes Rebels. El Podcast

Rita Rakosnik: Pressió estètica i el “male gaze”

Bibliografía
[1] Cohen, R., Irwin, L., Newton-John, T. y Slater, A. (2019). # bodypositivity: un análisis de contenido de las cuentas de body positive en Instagram.
[2] Sastre, A. (2014). Hacia un cuerpo positivo radical: lectura del “movimiento corporal positivo” en línea. Estudios de medios feministes.
[3] Barceló, J. (2023). Pedroche i el body positive. El crític. Disponible a: https://www.elcritic.cat/opinio/julia-barcelo/pedroche-i-el-body-positive-158640